
La crisis pone a prueba la ética y el liderazgo de los empresarios en vacas flacas – Algunos huyen y dejan en la estacada a obreros y proveedores en un círculo vicioso que desata más caos
LLUÍS PELLICER
En paradero desconocido. Propietarios de pequeñas constructoras desaparecen dejando en la estacada a decenas de proveedores y trabajadores. Se los traga la tierra: nadie coge el teléfono y la oficina está cerrada a cal y canto. Algunos escurren el bulto, se van un tiempo y lo dejan todo en manos de sus abogados. Otros se fugan para olvidarse de sus obligaciones. El maremoto de la crisis arrastra hacia la superficie comportamientos, cuando menos, poco éticos. Pero parte de esta mancha de aceite se debe también al instinto de supervivencia de empresarios en situación límite, en ocasiones sin el liderazgo necesario para llevar a la empresa hacia un cierre ordenado.
La imagen de la recesión en el sector inmobiliario ya no sólo es la de las grúas paradas a lo largo y ancho de España. También está la de los trabajadores de Tomiño (Pontevedra) que hacen turnos para ver si por allí aparece su jefe, que desapareció hace ya un año sin pagar sus nóminas. Y la de 10 clientes barceloneses que no localizan al empresario que les vendió el piso en un solar que no está ni desbrozado. España colecciona ya un álbum completo de la crisis de la construcción.
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