
En principio parecería haber sólo dos formas de enfrentarse a un edificio nazi: derribarlo o conservarlo. Sin embargo, las intervenciones artísticas surgen como una alternativa simbólica para no olvidar el pasado sin dejar de mirar al futuro. Aquí, el testimonio de una experiencia.
Por: Hito Steyerl*
En realidad, ninguna de las dos posibilidades originales es viable. Dejar semejante edificio tal como está significa estar implícitamente de acuerdo con su estética y su mensaje político. Por otra parte, derribarlo supone borrar un testimonio de un período histórico del que muchos – por diferentes razones-prefieren hacer caso omiso. Derruirlo no sólo equivale a quitar importancia a la historia fascista sino que – de modo más importante-minimiza su legado en el presente. ¿Echarlo abajo o conservarlo? Las dos opciones son pésimas. ¿Y entonces qué? Analicemos una obra de arte que he instalado hace poco en Linz, El edificio, en los edificios Brückenkopf.
* Hito Steyerl (Munich, 1966) es autora de videos documentales, entre los que destacan ‘November’ (2003) y ‘Lovely Andrea’ (2007) con los que ha participado en numerosas exposiciones. Recientemente ha publicado un libro que recoge sus ensayos, ‘Die Farbe der Wahrheit’ (El color de la verdad, Turia + Kant, 2008)
desde El presente del fascismo: «¿Qué hacer con sus edificios?».
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