
El surgimiento de las estancias transformó el espacio vacío e ilimitado en un ámbito de producción rural que permitió situar al país entre los primeros proveedores mundiales de materia prima.
Hacia el sur, las estancias trocaron el paisaje. Superando el crudo invierno, las intensas nevadas y el incesante viento, se convirtieron en verdaderos pueblos repartidos en la inmensidad de los campos. Lo contenían todo: escuelas, puestos sanitarios, bibliotecas, usina eléctrica, panadería, establos, pastores y peones.
Estos cambios no sólo afectaron a la tierra, también al gaucho, que pasó a ser trabajador, capataz y protagonista fundamental de esta nueva vida rural. Los dueños, conocidos como hacendados, acostumbraban pasar el invierno en Europa y regresar en primavera para ponerse al frente de sus posesiones.


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