
Sheikh Zayed, el primer presidente que tuvo los Emiratos Arabes, no pudo cumplir uno de sus sueños. Murió en 2004, tres años antes de que fuera inaugurada la mezquita que él impulsó: la tercera más grande del mundo y en la que pueden entrar 40.000 fieles. Por eso lleva su nombre y está enterrado allí. La mezquita, centro de atracción de los turistas, tiene una cúpula principal de 107 metros de altura. A su alrededor, decenas de cúpulas más pequeñas. Y en cada esquina resaltan las torres cubiertas con oro de 24 quilates.
Las columnas que sostienen esta belleza arquitectónica tienen un diseño floral hecho a mano con piedras preciosas y el piso del patio central es de mármol. Para ingresar al salón de rezo, algo que recién se les permitió a los no musulmanes el año pasado con la intención de cultivar el entendimiento cultural, es obligatorio quitarse el calzado. Se ubican en un costado. Uno al lado del otro. Es el momento de entrar a un mundo fascinante.


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