
Esta semana el Museo de Houston compró parte de La Ciudad Hidroespacial, la obra utópica de los 60 del artista plástico.
Ochenta años atrás emprendió la infinita tarea de afirmarse en el exilio. Fue a bordo del barco como se alejó para siempre de Hungría y desde entonces la tierra fue un punto de fuga para cumplir su mayor utopía: habitar el agua.
Argentino por opción, Gyula Kosice (Hungría, 1924) ignoraba entonces que la migración, que lo arrancó de su tierra y de la patria de su idioma -nunca más regresó, jamás volvió a pronunciar palabra en húngaro-, iba a marcar sus continuos desplazamientos de la realidad, y que éstos iban a desembocar en una incansable búsqueda por conquistar el «espacio multidimensional». Mucho menos, que aquel fuera el germen de La Ciudad Hidroespacial, su proyecto de los años 60 de hacer habitable el agua integrando el arte a la vida cotidiana. Es una urbe suspendida a 1.200 metros de altura sobre el nivel del mar.
desde Gyula Kosice: «Tendremos que irnos a vivir a la Ciudad Hidroespacial«.


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