
Joven y luminosa, la capital galesa ha dejado atrás su imagen de puerto oscuro. El día arranca con un contundente desayuno; sigue con arte y arquitectura de Richard Rogers, y termina en el Zink Bar.
ÓSCAR ALEGRÍA
Si París es una mujer, y Londres, un hombre, lo de Cardiff no está tan claro. Desde su ventana a la bahía, el poeta local Peter Finch lo explica así: «Si me preguntas por el sexo de Cardiff, te diré que ahora mismo es un travesti. Mira, hasta hace bien poco, todos nuestros edificios eran industriales y opacos, es decir, muy masculinos; pero ahora la ciudad se ha vuelto más transparente, el cristal le va ganando terreno al ladrillo y, además, a todo le están saliendo curvas. Por fin esta ciudad se ha hecho mujer».
Capital del carbón, capital del acero y, sobre todo, capital de Gales, Cardiff estrena imagen, y lo hace muy lejos de aquella fama que ostentó de ciudad oscura y portuaria. De aquellos lodos hoy nacen pubs luminosos, bibliotecas con techos vegetales, capillas que organizan showrooms y estadios de rugby futuristas. A todo hay que añadir el colorido de las 45 etnias diferentes que conviven por estas calles desde la época industrial. El resultado es una ciudad en femenino, pero en femenino plural, y con una operación que ha resultado todo un éxito. Éste es un recorrido por los aciertos del bisturí.
desde ‘Lifting’ para Cardiff en El Viajero de ELPAÍS.com.
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