
André Ricard repasa los hitos del diseño que han marcado época
MARÍA JOSÉ DÍAZ DE TUESTA – Madrid –
André Ricard (Barcelona, 1929), uno de los grandes pioneros del diseño español, está de mudanza. Como su actividad se centra fundamentalmente en impartir conferencias, ya no necesita un gran estudio para trabajar y ha instalado su despacho debajo de su casa. «Así ya no tengo que coger el coche».
Acaba de publicar su octavo libro, Hitos del diseño (Ariel), en el que explica a través de 100 objetos y sus correspondientes imágenes -desde el reloj Swatch hasta el coche monovolumen- cómo entiende el diseño. «Me decidí a escribir cuando me di cuenta de la importancia y la necesidad de los objetos. De lo decisivo que resulta para la especie humana crear esas prótesis cuando el ser humano no alcanza a todo. Si nos dejan en una isla desierta lo primero que hacemos es diseñar», afirma sin dudar. Por ejemplo, un peine: «Son dedos más finos que peinan mejor que la mano».
Creador de objetos tan familiares -y celebrados- como el cenicero Copenhague, la vajilla Compact o los interruptores de luz Ibiza, Ricard, hombre cosmopolita y viajero, iba para pintor. Hasta que a mediados de los años cincuenta, en Nueva York, se enteró de que existía el diseño. Y lo importó a España. «Entonces éramos un país acomplejado y de segunda fila, pero no lo éramos intelectualmente y vimos que podíamos hacer cosas con personalidad propia, como demostraron Miguel Milá con su lámpara TMM o las vinagreras de Ramón Marquina».
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