Estoy (permanezco) en las redes sociales porque actualmente pareciera que si no estás en ellas, no existes.
No llegué a las redes sociales desde que emergieron para discutir, mucho menos para confrontar o ser arreado en la dirección de la corrección política, o llevado por la corriente del pensamiento único y la autoproclamada verdad universal: eso lo dejo a mayor gloria de quienes pretenden imponernos un Ministerio de la Verdad.
Comparto a diario, de fuentes diversas, temas que me resultan interesantes. Con frecuencia perturbadora aparece el que me ataca, desautoriza e incluso, censura y condena: en lugar de dirigirse a la fuente informativa correspondiente, a las cuales siempre cito rigurosamente.
Dejadme surfear en libertad, a mi aire. No me amargueis el día, no hagáis que tenga que dar de baja o bloquear, no es lo mío, resulta harto desagradable.
Llego a este punto particularmente por lo que ocurre en la red de la mariposita azul, habitada mayormente por personajes que dicen huir de la antigua red del pajarito azul, por lo que tildan de intolerancias y manifestaciones propias de psicopatas: muchos deberían hacéroslo ver, porque están hasta el cuello en pantanales similares.
Dejadme en santa paz, por favor. Espero que transcurran semanas o meses sin que deba recurrir a escritos de aclaratoria y desahogo – puede que nade en el desbordamiento de mi propio optimismo, pero así lo prefiero.



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