
Los estudios GGMPU – Lucio Morini y MZARCH reciclaron y ampliaron el Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa, en el barrio Nueva Córdoba.
Por Graciela Baduel y Ricardo Turano.
Para comprender cabalmente la intervención realizada en el Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa, en plena capital cordobesa, hay que tener en cuenta que sus instalaciones incluyen al antiguo edificio, proyectado a principios del siglo XX por Johannes Kronfuss, y al edificio del ex Instituto del Profesorado de Educación Física (I.P.E.F.).
El complejo se relaciona también con el Ex Palacio Ferreyra, hoy reciclado para albergar al Museo Superior de Bellas Artes Evita. Así se constituye un polo artístico-cultural que oficia de puerta de entrada al Parque Sarmiento, el gran pulmón de la ciudad, y que representa uno de los mayores atractivos del Barrio Nueva Córdoba, el área que más ha crecido en los últimos años en la capital mediterránea.
Mientras que el Palacio Ferreyra alberga exposiciones permanentes –-colecciones del Caraffa y del acervo provincial– y consta de salas con mínimos servicios de apoyo, el Museo Caraffa dispone de una gran variedad de salas de exposición para muestras transitorias y posee todos los locales necesarios para brindar apoyo técnico y administrativo al complejo museístico: catalogación, clasificación, investigación, restauración, depósitos, biblioteca, armado de muestras, etcétera.
desde El desafío de resolver las partes y el todo.
Editorial
Berto González Montaner. Editor jefe ARQ
bmontaner@clarin.com
Polémica, audaz, explosiva, inteligente. La ampliación y refuncionalización del Museo de Bellas Artes Emilio Caraffa realizada por el estudio GGMPU y Lucio Morini y la oficina MZARCH en el barrio Nueva Córdoba es todo eso (páginas 14 a 19). Había dos edificios existentes, uno neoclásico, proyectado por Johannes Kronfuss en 1912; el otro, uno racionalista de 1938. Entre ellos, armaron un edificio-conector, un zafarrancho de puentes metálicos y vidrio, con el que lograron un conjunto nuevo, con un lenguaje de absoluta modernidad. Ni mímesis, ni palimpsesto, un contrapunto extremo entre viejo y nuevo; entre tectonicidad y atectonicidad; entre masa y trasparencia.
Opinión
Miguel Jurado. Editor de ARQ
La refuncionalización parece ser el leitmotiv nacional. No es raro en un país en el que la Casa de Gobierno surgió de la unión de dos edificios nacidos para otro fin. De allí en más, que el Museo Nacional de Bellas Artes funcione en una «casa de bombeo» de Obras Sanitarias, o que el Centro Cultural Recoleta esté en lo que era un asilo, no asombra tanto. Pero eso no evita que explote el interés general con la aparición de edificios culturales construidos desde cero. Hoy, ese interés lo concentra la ampliación del Museo Caraffa que, si bien es una refuncionalización, tiene una parte totalmente nueva: el nexo entre un edificio de la década del 10 y otro de la del 30 (con ampliación en los 60). El desafio para los autores no fue menor. La morfología, ubicación y estilos eran demasiado opuestos. Ni hablar de los problemas funcionales. La solución es impecable en muchos aspectos. El edificio nexo, ahora también de entrada, tiene una fuerte personalidad, vincula bien a las construcciones existentes y genera un paseo interno. La pregunta es si tanta personalidad no es también un pecado de protagonismo. El conector es un edificio en sí mismo, ya no una amalgama de la diversidad.


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