
REPORTAJE: Diseño
Se imponen los objetos que pretenden funcionar como simple marco y huyen de cualquier protagonismo
ANATXU ZABALBEASCOA – Madrid
Los jardines irritaban al pintor Piet Mondrian. Solía pedir que le cambiaran el lugar en la mesa si tenía que sentarse mirando uno. Sus amigos aseguraban que era un mecanismo de defensa. Desde que se había empeñado en ser un neoplasticista riguroso quiso olvidarse de los años que había pasado observando jardines. Y pintando árboles. El diseño extraplano, por el que están apostando hoy varias empresas, podría derivar del neoplasticismo. Pero ése no es su problema. El problema del diseño extraplano, como el de cualquier gesto marcado, es que algún diseñador, o cliente, trate de imponerlo. O de imponérselo.
Es lógico que una línea decorativa austera, sobria y escasa despierte incredulidad. Puede que, a quienes no hayan usado nunca muebles de esas características, lo extraplano les parezca limitado, forzado, mutilado incluso. Sin embargo, lo extraplano podría invitarles a dudar de cuanto consideran cómodo. Los clásicos del diseño valoran ese paisaje evanescente como un signo de madurez. Las estanterías, las vajillas o las sillas que sólo quieren funcionar como marco y que huyen de cualquier protagonismo para cedérselo a los libros, a la comida o las personas que los ocupan son, al diseño, como el impagable paso atrás del reportero que desaparece tras una noticia. No se puede pedir más.
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