Tarragona, al rescate de Gaudí · Reportaje


Antoni Gaudí i Cornet (Riudoms, 25-6-1852 – Barcelona, 10-6-1926)
Antoni Gaudí i Cornet (Riudoms, 25-6-1852 – Barcelona, 10-6-1926)

El Consistorio impulsa una comisión para recuperar el extenso patrimonio modernista de la ciudad, de 70 edificios, ‘sepultado’ por el legado romano

FERRAN BALSELLS – Tarragona

El modernismo en Tarragona yace en forma de cascotes alrededor de una acera. «¿Esta casa se viene abajo?», comenta Sophie, turista recién llegada de Toulouse. No se viene abajo la casa Salas, construida en 1907 y dominada por pináculos floridos junto a onduladas barandas de hierro. Décadas de olvido han dejado un puntal del modernismo convertido en viejo palomar. «Da lástima, el edificio es una joya pero plagada de pájaros. Llevamos mucho tiempo ignorando el capital modernista de Tarragona», explica Rosa Rossell, concejal de Patrimonio del Ayuntamiento y presidenta de la Comisión del Modernismo que el Consistorio constituyó la semana pasada.

Incluso Gaudí, que dejó en Tarragona su única obra en la provincia, se mueve en el olvido. El altar mayor de la capilla de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, esculpido en mármol y ubicado en una iglesia escondida tras un vulgar portalón, es la gran desconocida de entre las obras del maestro reusense. Las monjas de Jesús María lo encargaron alrededor de 1878 a un joven estudiante próximo a graduarse en arquitectura. El primerizo Gaudí sacó tiempo de sus estudios para representar en mármol una serie de bustos angélicos enmarcados por las típicas columnas gaudinianas. También dejó otros trabajos en la misma iglesia, un ostensorio y una serie de bancadas que fueron destruidos por la Guerra Civil en 1936. A cambio, el joven solicitó a las monjas que admitieran en manutención a su sobrina, con quien le unía un gran afecto.

Muy pocos en Cataluña conocen estos primeros pasos del futuro gran arquitecto. La alargada sombra de Roma ha eclipsado también las cerca de 70 obras documentadas que salpican de motivos florales la parte vieja de la ciudad. «El legado romano ha pasado por encima del legado modernista. Tampoco el Ayuntamiento le había dedicado esfuerzos, al contrario de lo que ha hecho Reus. Y eso que aquí tenemos un trabajo de Gaudí y ellos no», lamenta Rossell.

Los objetivos de la comisión son ambiciosos: promover una ruta modernista y restaurar las obras que, como la casa Salas, sobreviven entre indiferencia y polvo. La parte más compleja es convencer a los propietarios de los inmuebles para rehabilitar las casas que habitan o tienen alquiladas. «Destinaremos fondos públicos para resolver esta asignatura pendiente», confía Rossell.

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Los expertos en mármoles antiguos se reúnen en Tarragona · España


Varios fragmentos de un mosaico expuestos en la muestra 'Tarraco Pedra a Pedra'
Varios fragmentos de un mosaico expuestos en la muestra 'Tarraco Pedra a Pedra'

El de los mármoles puede parecer un tema pesado. Pero cuando se piensa en la importancia que tuvieron en la Antigüedad, especialmente en la Roma imperial, como símbolos de poder, y la cantidad de información histórica que acumulan en sus pétreas hechuras, se miran de otra manera. Los mayores especialistas en mármoles de la Antigüedad están precisamente estos días en Tarragona, donde ayer comenzó, con investigadores de 25 países y bajo patrocinio del Instituto Catalán de Arqueología Clásica, (ICAC), la IX conferencia internacional de Asmosia (Asociación para el estudio de mármoles y otras piedras en la Antigüedad, en sus siglas inglesas), que prestará especial atención a los mármoles de la Península ibérica. En coincidencia con el tema, se inaugura hoy en el Museo Nacional de Arqueología de la ciudad la exposición Tarraco pedra a pedra, que mostrará los principales materiales pétreos de las canteras hispanas usados en la Antigüedad.

Los romanos denominaban mármoles, marmora, a toda una serie de piedras que incluían los mármoles pero también granitos, calcáreas y gres, entre otras. «Los marmora no eran sólo material caro, además cada tipo ofrecía un mensaje ideológico», explica la directora del ICAC, Isabel Rodà. «El pórfido rojo, por ejemplo, llegó a estar reservado para el emperador y su familia. Los buenos marmora, el pavonazzetto, el brocattello, eran símbolo de condición y poder. Hubo una época en que todo el mundo quería tener una columna en casa como ahora un Miró».

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