Un grupo de arqueólogos ha hallado restos de un templo faraónico de la época de Ramsés II (1304-1237 a.C) cerca de la ciudad de Beni Suef, 20 kilómetros al sur de El Cairo, informó hoy el Consejo Supremo de Antigüedades (CSA). El jefe del Departamento del Antiguo Egipto del CSA, Sabri Abdel Aziz, explicó en un comunicado que la misión descubrió este año una decena de cartuchos con el nombre de Ramsés II grabado.
En la antigua ciudad de Ahnasia, situada cerca de Beni Suef, los arqueólogos encontraron, además de los cartuchos verticales, un relieve con el nombre del faraón. En este relieve se habla de la construcción del templo, lo que indica, según la nota, que en esa zona existe un monumento de la misma época.
Vista parcial del monasterio de San Antonio, recientemente rehabilitado. (Imagen: WIKIPEDIA)
Las obras han durado ocho años y han costado 10 millones de euros.
El monasterio es un lugar habitual de peregrinación para los coptos.
El Estado confía en que la noticia ayude a normalizar las relaciones entre la mayoría musulmana del país y la minoría cristiana.
Egipto ha completado la restauración del monasterio cristiano deSaint Anthony, considerado el más antiguo del mundo (fue fundado en el año 356) y que está emplazado 155 kilómetros al sur de El Cairo.
El proyecto de recuperación, llevado a cabo gracias a fondos del estado, ha costarado 14 millones de dólares (más de 10 millones de euros) y se ha prolongado por espacio de más de ocho años.
Saint Anthony es un lugar habitual de peregrinación para los fieles coptos (como se denominan históricamente los cristianos en tierras egipcias). La finalización de los trabajos se ha producido dos meses después del atentado que costó la vida a al menos seis personas pertenecientes a la Iglesia Ortodoxa Copta en enero.
Más de 2.000 años después de su desaparición, la civilización egipcia sigue captando la atención de historiadores y turistas. La espiritualidad de sus templos, los misterios de las pirámides y la riqueza cultural de sus ciudades hacen de Egipto un país de visita obligada. La mejor manera de descubrir sus secretos es realizar un crucero por el río Nilo, que nos llevará desde Luxor a Alejandría, pasando por Assuán, Gizeh y, por supuesto, El Cairo.
EL CAIRO.-
Hay que admitirlo: la primera impresión que produce El Cairo no es la mejor. Con sus sistemas colapsados, su altísima polución, sus edificios sin terminar, sus calles caóticas y desbordadas, su tránsito incesante, frenético y vertiginoso, y su agobiante densidad poblacional puede abrumar a cualquiera. De hecho, cuesta bastante entrarle porque la capital egipcia encierra todo eso y más: es un pequeño mundo en el que conviven a diario más de 20 millones de personas en una superficie que cada vez queda más chica y que se extiende más hacia el desierto.
Pero una vez que uno se deja seducir por sus costumbres, sus contrastes culturales, su mezcla arquitectónica, la amabilidad de su gente y su riquísima y vastísima historia (¿existe algún lugar en el mundo que tenga tanta tradición como Egipto?), también es difícil desprenderse de ella.
Y 48 horas son pocas, quizá muy pocas, para comprender esta fenomenal madre de ciudades, pero existen algunos puntos imperdibles que sirven al menos para adentrarse un poco en su espíritu y esencia.
La última ganadora del Premio Nadal se queda con El Cairo, la mejor puerta para adentrarse en las aguas del mayor cauce de África, «es mi río predilecto»
A su paso por la capital de Egipto, El Nilo parte en dos la ciudad. En la orilla oeste queda Gizeh, y al este lo que se conoce como El Cairo. Tal es la admiración de Maruja Torres por este mágico cauce de agua, que lo primero que recomienda nada más aterrizar es disfrutar del atardecer junto a sus aguas.
Eso sí, no hay que perderse tampoco, a juicio de la escritora, el resto de encantos, algunos de fama internacional, que El Cairo ofrece al viajero. A las afueras de la ciudad se encuentra el conjunto monumental de Giza, y entre ellas, la única de las Siete Maravillas del mundo antiguo que se mantiene en pie: la Gran Pirámide. Hay que disfrutar el poder hipnótico que desprende La Gran Esfinge, aunque sea bajo un sol de justicia, y no perderse bajo ningún concepto el Museo egipcio, visita obligada.
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