
El animal, marca del movimiento «slow», traza la ruta española del viajero lento
ANDRÉS CAMPOS
En la pequeña ciudad de Bra, en el Piamonte italiano, el reloj de la iglesia va retrasado adrede media hora, las tiendas cierran jueves y domingos, los coches tienen vedado el acceso al centro y en la puerta de los restaurantes hay dibujado un caracol. Esta pasión por lo lento no es reciente ni casual. De Bra es Carlo Petrini, el crítico gastronómico que en 1986 creó el movimiento Slow Food (www.slowfood.com), indignado por el auge de la comida rápida en general, y por la instalación de un McDonald’s en la Piazza di Spagna de Roma en particular. Como emblema se eligió el caracol porque, como explica el propio Petrini, «es lento y es comestible». Y prolífico, cabe añadir. Hijas de Slow Food son las asociaciones Slow Fish (pesca sostenible) y Slow Cheese (quesos artesanales), pero también muchas actitudes que no guardan relación con la dieta, al menos a priori: slow sex (sexo), slow work (trabajo), slow school (educación), slow money (consumo), slow travel (viajes)… Viajes lentos, relajados y relajantes, como los que organiza la empresa Con Calma (www.concalmaviajes.com), que invita a quedarse en un mismo lugar cuatro o cinco jornadas, sin el mareo de tener que pernoctar cada día en un hotel distinto, cumpliendo un programa de visitas como de candidato electoral. O como las excursiones para dormilones de Arawak (www.arawakviajes.com), en las cuales se empieza a andar a mediodía en vez de, como es habitual, obligar a los senderistas a madrugar cual tahoneros. Viajar a pie, en bicicleta, en autocaravana, en tren o en barco es slow. El turismo rural y las pequeñas ciudades, también. Ir corriendo de un lado para otro para inspeccionar monumentos famosos no lo es.
Como destinos ideales para el viajero sin prisas se postulan las slow cities. Su origen, como el de casi todo lo slow, está en Italia, donde, en octubre de 1999, Bra y otras tres localidades (Orvieto, Positano y Greve in Chianti) se unieron para formar Cittaslow (www.cittaslow.net). Hoy ya son 116 poblaciones de 16 países. Para ser admitido en este club de la buena vida, el lugar no puede sobrepasar los 50.000 habitantes, ni ser una capital, y además debe cumplir 52 requisitos de calidad, que abarcan desde aspectos medioambientales hasta de hospitalidad. Son municipios donde abundan las zonas peatonales, los pequeños comercios, los artesanos, los huertos tradicionales; que cuidan el urbanismo, el paisaje y la gastronomía local, pro-mueven el uso de energías renovables y velan para que su aire sea puro, y sus noches, silenciosas.
Casi una década después, haciendo honor a tan parsimonioso movimiento, seis localidades españolas superaron las pruebas de certificación de Cittaslow y crearon la Red Estatal de Municipios por la Calidad de Vida (www.cittaslow.es), que se presentó oficialmente en abril durante la última edición del Salón Internacional de Turisme de Barcelona. Los hay de costa y de montaña, norteños y levantinos, pesqueros y hortelanos, amurallados y abiertos de par en par. A los seis, sin embargo, les unen un estilo y un afán comunes: vivir la vida al ritmo en que se vivía en los viejos tiempos. Con prisas, ya se ve, no nos ha ido mejor.
desde Cinco estrellas: un caracol en El Viajero de ELPAÍS.com.
El amable bienestar de las ‘ciudades lentas’
Flylosophy: Slow Food, Slow World
Las Slow Cities o Convivias, van más allá del Slow Food, y se han convertido en toda una filosofía de vida.
Sin prisas, por favor
El Movimiento Slow propone aparcar la prisa y disfrutar del cada minuto. Para ello reivindica un una nueva escala de valores, basada en trabajar para vivir y no al contrario. La biodiversidad, la reivindicación de las culturas locales y un empleo inteligente de la tecnología, son algunas de sus principales señas de identidad. Por que como dice el corrido mexicano “ No hay que llegar primero, sino que hay que saber llegar”
Slow Cities: Obligados a vivir bien.
Por Mauricio Magnasco
Slow Cities (las ciudades lentas) en España
Slow cities and the slow movement
Fired by the success and support for Slow Food the Italians set about initiating the Slow Cities movement. Slow cities are characterised by a way of life that supports people to live slow. Traditions and traditional ways of doing things are valued. These cities stand up against the fast-lane, homogenised world so often seen in other cities throughout the world. Slow cities have less traffic, less noise, fewer crowds.
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