
Aliado de la línea y en el terreno que mejor conoce, Beto de Volder suma estrategias a sus construcciones gestuales; agrega volumen y espesor a su ideario estético
Por Alicia de Arteaga
De la Redacción de LA NACION
Más es el nombre de la última muestra de Beto de Volder, en la galería Palatina. El título ayuda a comprender la exquisita disposición con la que el artista hace suyo el mandato de la Bauhaus: «Menos es más«. Basta con la línea como principio rector, sucesión de puntos, cálculo matemático, posibilidad infinita y nula especulación. La expresión gestual es el módulo sobre el que De Volder activa con intensidad la fuerza acumulada.
Ese gesto tiene la potencia de un swing de golf, comparación nada casual y del todo intencional, porque el artista, que es un tenista tenaz, ha encontrado en la práctica del golf una coartada perfecta para divertirse y gozar con resultados que los entendidos atribuyen más a la intuición que a su condición de «dotado». El swing , esa técnica en la que se estira el brazo para despedir la pelota acompañado por la rotación de la cadera en un timing perfecto, es la imagen de la plasticidad, más aún cuando está ejecutado por un maestro como el estadounidense Tiger Woods. Aunque el lector se inquiete ante esta digresión golfística, de esto hablábamos con Beto de Volder en la trastienda de Palatina el día del vernissage , mientras los amigos, los artistas y los coleccionistas disfrutaban de la suma de factores que habían culminado en este Más , prologado por el filoso texto de Cintia Mezza en el catálogo de mano. Hablamos también de la muestra de Yente y Prati, de Vantongerloo, Víctor Magariños D., de Siquier y de la abstracción como una ilusión, una utopía; realidad construida frente al mundo destruido.
desde Menos es más – lanacion.com.





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