
Arquitectura | Proyecto Internacional | Aeropuerto de Carrasco
Rafael Viñoly resolvió la nueva terminal de Carrasco con una enorme cubierta metálica que parece apoyarse en sus extremos. La ruptura del concepto de no-lugar y las coincidencias con la TWA de Eero Saarinen.
por Norberto Feal. Especial para Clarín
Se podría decir que la nueva terminal aérea de Carrasco, Uruguay, proyectada por Rafael Viñoly, pone en cuestión a gran parte de la arquitectura de los aeropuertos de todo el mundo. Esto sucede porque, hoy, cualquier aeropuerto remite a la construcción más exitosa de Marc Augé: el concepto de no-lugar. El pensador francés designó así a aquellos espacios de transitoriedad que no tienen las características necesarias para ser considerados «lugares».
En Carrasco, Viñoly rompe el vínculo establecido por Augé entre aeropuerto y no-lugar, tanto al intensificar la calidad del espacio (que resulta inolvidable en oposición a la indiferenciada categoría espacial del no-lugar), como al envasar el programa en un extraordinario objeto arquitectónico imaginado sobre el patrón morfológico de la topografía uruguaya.
Justamente, el gesto que cautivó al empresario Eduardo Eurnekian, presidente de la empresa concesionaria del aeropuerto fue el único trazo de lápiz con el que Viñoly describió el proyecto: una suave curva que evoca a las lomadas charrúas. Fue el instante inefable en que una línea pone en funcionamiento la maquinaria arquitectónica.
Así, el aeropuerto de Carrasco fue construido sobre una idea poderosa que el propio Viñoly describe como muy simple: «Un gran techo debajo del cual se ubican todas las funciones».
Sin embargo, para conseguir mantener la simplicidad del gesto inicial fue necesario desarrollar una estructura extremadamente compleja, una enorme cubierta de 366 metros de largo por 131 de ancho, triplemente curvada. Una cáscara que flota sobre las tres plantas del edificio. La sección longitudinal del techo es una extensa curva simétrica que se alarga hasta apoyar ambos extremos en el suelo. En el sentido transversal, la curva es asimétrica con el ala más alta y extendida hacia el lado de las espigas de embarque, y la más corta y baja, hacia el lado de los accesos. La tercera curvatura del techo se verifica en su proyección en planta, una figura suavemente curvada por sus cuatro lados, más pronunciada por el lado de la pista.
Por debajo de la cubierta, el edificio propiamente dicho es un dispositivo organizador de la rutina del aeropuerto. Las áreas de llegadas y de partidas, están proyectadas como bandejas superpuestas. En la planta baja están ubicados los arribos y en el primer piso las partidas, articulados por el hall público y las cuatro espinas que conectan con las mangas. Por sobre el nivel de partidas, en el segundo piso, se ubica la terraza cubierta de uso público con servicio de gastronomía y locales.
desde La función envasada en su caparazón.
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