Para quienes no saben decidirse entre un paisaje que les quite el aliento y una buena caña en un bar, el lugar perfecto puede estar al otro lado del Atlántico: en Río de Janeiro, una de las ciudades más vitales del planeta. Orgullosa de sentirse centro de las miradas de millones de personas, la ciudad desea que los viajeros no esperen a los próximos acontecimientos deportivos para visitarla.
Fernanda Barbosa
En Río de Janeiro, el mar se asoma a las carreteras y refleja una calma opuesta al ritmo de la ciudad. En las carreteras, tráfico y polución. Al lado, el vaivén del océano. Y, quizás por el calor, quizás por el carácter del carioca, nadie quiere estar en casa. Los bares se dispersan por cada esquina. Y, donde hay un bar, hay siempre cerveza y batucada, grupos que ensayan sambas, espontáneos y mucha MPB (música popular brasileña) de cantautores famosos y de ilustres desconocidos de la noche carioca.
Con ello, Río aúna la fotografía y la banda sonora para ofrecer la mejor noche a los turistas, sean estos parejas en luna de miel o versados juerguistas. No merece la pena esperar hasta los Juegos Olímpicos de 2016 para dejarse llevar por esta ciudad.
Río convive con lo que resta de la deforestada Mata Atlántica. Se pueden ver áreas verdes entre edificios y grandes carreteras. Sin embargo, también hay un esfuerzo en construir y mantener espacios de preservación. En conjunto, son 25 locales, entre parques, chácaras, haciendas y huertos. Todos abiertos a las visitas. Destacan el Jardín Botánico, con más de ocho mil especies vegetales, como orquídeas y palmeras gigantes; el parque Tom Jobim, a los márgenes de La Laguna Rodrigo de Freitas; y el Parque Natural Municipal Chico Mendes, con caimanes de papo amarillo y tortugas.
desde América | ocholeguas.com | La naturaleza y la bohemia de Río de Janeiro.
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