
Diez razones para dejarse cautivar por el encanto de la capital escandinava
Hace unos mil años Estocolmo era un paso de piratas y desalmados mercaderes. Un paraíso para vikingos y bárbaros, que hicieron refugio en el profundo estrecho que funde las aguas del lago Malaren con el mar Báltico. Éste es un pasado sombrío, del que ya sólo queda la leyenda. Hoy la ciudad mantiene la cabeza bien alta para aprovechar el resplandor de sus escasas horas de luz. Lo hace en el sentido más literal, con una arquitectura dispuesta para mirar al sol. Ventanas que recorren la pared desde el techo hasta el piso y que desvelan una falta de pudor difícil de encontrar en el carácter latino. No hace falta explicar más. Estocolmo es, ante todo, una ciudad abierta.
desde Estocolmo, mirando hacia el sol en El Viajero de ELPAÍS.com.





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