La invasión de proyectos rimbombantes firmados por profesionales de otros países redunda en la exclusión de la matrícula local, más que capacitada para encarar obras de gran envergadura.
Roberto Pizarro. Arquitecto y planificador urbano
Solo con el ánimo de contribuir a la reflexión, tan escasa en estos tiempos, sobre los asuntos que inciden de manera decisiva sobre el futuro desarrollo de la ciudad, quiero hacer conocer mi opinión en relación a la inusitada «invasión», durante los últimos años, de megaproyectos rimbombantes, que involucran invariablemente a mediáticos arquitectos foráneos; quienes con un ego muy exagerado quisieron dejar su impronta, en especial en el área de Puerto Madero, donde comitentes exclusivos se mostraron siempre dispuestos a financiar dudosos ejemplos de innovación arquitectónica.
Lamentablemente, ello trajo aparejado la exclusión automática de la matrícula vernácula, que ha dado cuenta con creces de que está a la altura de los acontecimientos, con trayectorias emblemáticas de personajes tan respetados como Clorindo Testa, Mario Roberto Alvarez, Horacio Baliero, Juan Manuel Borthagaray, Justo Solsona, Togo Díaz… para hablar sólo de la vieja camada de los «maestros», sin mencionar a sus «sucesores»…
desde ¡Por qué arquitectos extranjeros!.
Esta nota de opinión viene al caso sobre la polémica incursión probable de Frank Gehry en Venezuela – la inquietud luce similar en toda Latinoamérica…
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