
El Ayuntamiento de Madrid rompe la estética clásica del centro con viviendas sociales de diseño.
MADRID.- Un edificio con apenas cinco metros de ancho emplazado entre los barrios de Chueca y Malasaña es el último «experimento» arquitectónico de la Empresa Municipal de Vivienda y Suelo de Madrid (EMVS). Así lo definen Eva Hurtado y Ramón Gámez, los arquitectos responsables de Hortaleza 76, un bloque de diez viviendas sociales, entregado el pasado mes de agosto, a pocos metros de las obras de recuperación de las Escuelas Pías de San Antón (situadas en el 69 de la misma calle), en la esquina con la calle Gravina. Su diseño y los materiales que rematan su fachada -una combinación de acero, tablas de madera perforada y grandes ventanales- estimulan la retina de los viandantes.
El solar, vallado durante décadas y bajo el que los arquitectos no hallaron cimentación alguna de edificios precedentes, sólo tenía seis metros de ancho, pero el proyecto ganador, lejos de aprovechar hasta el último centímetro del hueco, optó por restar un metro al edificio para separar las medianeras de los bloques colindantes. «Gracias a esa concepción de la construcción como un ente aislado, las viviendas no sólo gozan de más luz y de ventilación total, también se alimenta la idea de profundidad», explica Hurtado, que dirige el programa de postgrado en Arquitectura de la Universidad Europea de Madrid.
A diferencia de los rocosos edificios que predominan en el vecindario, en Hortaleza 76 apenas se emplearon ladrillos. «Optamos por una construcción ligera, con el objetivo de que se pudiera construir en el menor tiempo posible y con un mecanismo similar al de un mecano», dice Hurtado. De hecho, el planteamiento inicial era que la fachada pudiera montarse en menos de 24 horas, cosa que finalmente no fue necesario.
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