Selección de los edificios que han marcado la modernidad de la arquitectura española. Con una explicación clara y sucinta se expone la historia moderna de la arquitectura del panorama nacional de manera amena y visual. Van der Rohe, Bofill, Sostres, Lamela, Yamasaki, Calatrava, Foster, Nouvel, Gehry, o Niemeyer son algunos de los nombres imprescindibles que han redefinido las siluetas de nuestras ciudades.
París, 5 feb (EFE).- La Justicia francesa ha ordenado parar la construcción de un edificio diseñado por el arquitecto estadounidense Frank Gehry situado en medio de uno de los mayores parques de París, el Bois de Boulogne.
En ayuda del proyecto del «arquitecto estrella», premio Pritzker -considerado el Nobel de la arquitectura– ha acudido su compañero de profesión, el francésJean Nouvel, que hoy se queja en «Le Journal du Dimanche» de la decisión de un tribunal parisino.
La «nube de cristal», el centro de arte contemporáneo de Gehry para el gigante del lujo LVMH cuya inauguración está prevista en principio para finales de 2012, queda así a medio construir, con sus elevadas estructuras ya bastante adelantadas.
«Frank Gehry está destrozado, asombrado, muy enfadado», declaró Nouvel -también premio Pritzer– en relación con la iniciativa que ha conseguido de la Justicia gala la decisión de parar las obras.
Frank Gehry, 1989 Laureate - The Pritzker Architecture Prize
La decisión en realidad se tomó el pasado 20 de enero, pero se conoce ahora y los detalles los revela el diario parisino, donde se explica François Douady, presidente de una entidad creada para «salvaguardar» el parque de Boulogne, al oeste de la capital.
Douady se queja de que el edificio de Gehry, en el que se repiten las formas que el arquitecto hizo mundialmente reconocidas con el Museo Guggenheim de Bilbao, supera la altura de los árboles del Bois de Boulogne.
«Nos quieren imponer un edificio de 12.000 metros cuadrados y 46 metros de altura, veinte por encima de los árboles. En París nos faltan zonas verdes, no museos», protesta Douady, quien sugiere que LVMH ponga su museo en el centro de la ciudad.
La nueva sede la Orquesta del Nuevo Mundo, de Frank Gehry. | Lynne Sladky / AP - ElMundo.es
ARQUITECTURA | Orquesta Nuevo Mundo
Julio Valdeón | Nueva York
Tiene ochenta y un años pero todavía descorcha lágrimas ajenas, de emoción, cuando constatas que Frank Gehry sigue enchufado, dibujando edificios donde la espectacularidad no riñe con la ciudadanía. En los últimos tiempos acaso había repetido demasiado las líneas del Guggenheim, subrayado las líneas rotas que lo encumbraron, los golpes de efecto, con el riesgo de deslizarse hacia el siempre paródico autohomenaje. Aunque el rascacielos que ha levantado en Manhattan, junto al puente de Brooklyn, sea un prodigio, algunos lamentaban que ya no ofreciera sorpresas, que solo lo contratasen inversores obsesionados con el rédito que procura su nombre.
Muy bien. Prejuicios fuera. Gehry acaba de entregar en Miami la nueva sede de la Orquesta del Nuevo Mundo. Con ella remata el que acaso sea su proyecto más personal, elegante, arriesgado, visceral, puro y «democrático» (por decirlo con ) en décadas. A diferencia de otros que ha construido, aquí Mr. Gehry equilibra su sed hiperbólica con una concepción del complejo a la medida del hombre, espectacular pero libre de calorías, el producto de someter sus ambiciones al aeróbic, sin muscular en exceso ni necesitar de un satélite espacial para hacerse una idea de un simple vistazo.
Lo más llamativo es el empeño puesto en derribar barreras. Ya saben, la música clásica ha sido definida como música de hombres muertos. Mural de genios al que nos acercamos en busca de glorias añejas. Frontispicio en mármol con poco que decir respecto al mundo en que vivimos. ¿Tópico? Claro. ¿Falso? Sí, por cuanto desprecia el caudal creado en el último siglo, pero extendido y a pleno rendimiento entre una ciudadanía que contempla los grandes estrenos como una fastuosa mascarada, un ecosistema de lujosas élites que poco puede decirle.
Desde el emplazamiento elegido, lacinados arrabales de Miami Beach, hasta los materiales, todo conspira para engrandecer la ciudad haciéndola más accesible, amable, limpia y optimista. Los espectadores disfrutarán de la orquesta durante los ensayos. Contemplarán los conciertos, si no compraron entrada, merced a proyecciones. Quienes sí tengan boleto estarán sentados casi encima de los músicos, sin fosos ni barreras, reconciliados con la idea de un arte al que sacaron del imaginario colectivo a base de echarpes de oro y aranceles dudosos, rozando con los dedos el vuelo de los violines, contemplando al director en su paseo por las tripas del edificio hasta que salga al escenario.
The Miami New Times calls the reviews “pants-wettingly good.” which strikes us as hyperbolic (if you have wet your pants over this building, you are cooler than us and we’d like to interview you).
But it’s true: the commentary on Frank Gehry’s new symphony space, and of the larger complex it sits in, the New World Center, has been overwhelmingly positive – at least in proportion to the kind of criticism Gehry’s projects generally draw out. To wit: The Times’ Nicolai Ouroussoff says it has ”rough-and-tumble appeal… a return to the kind of project that made him a revolutionary figure in American architecture in the 1980s and ’90s.”
Dutch landscape office West 8‘s contribution to the project must have something to do with the reception, as well: their 2.5 acre Soundscape is, by all accounts, elegant and engaging (the highlight maybe being a 7,000-square-foot outdoor projection screen for art installations).
Sobre el proyecto para construir el denominado Museo de la Tolerancia de Jerusalén, una iniciativa que no hace sino desatar furias por diversos motivos, se amontonan los escollos. El último, pero de gran relevancia, la espantada del arquitecto Frank Gehry, cuya empresa advirtió al Centro Simon Wiesenthal, patrocinador del museo, de que no podrá utilizar su diseño de titanio, cristal y piedra. El motivo de la retirada: la petición de la fundación para que el arquitecto redujera la magnitud de la obra y su coste financiero, que en plena crisis económica rondaba los 175 millones de euros. «Ya no estamos implicados en el proyecto», ha afirmado Craig Webb, uno de los socios de la firma Gehry Partners. Y, en efecto, en la página web del Centro Simon Wiesenthal, el apartado dedicado al Museo de la Tolerancia está en construcción. Cualquier referencia al proyecto inicial ha desaparecido. Mientras, los responsables de las instituciones, de la fundación y de la empresa del laureado arquitecto guardan silencio
Pese a la poca producción, en Europa y Asia, Zaha Hadid, Jean Nouvel y Toyo Ito tienen motivos para festejar. Frank Gehry, Thom Mayne y Steven Holl están llamados a renovar el panorama arquitectónico de los EE.UU.
por Nicolai Ouroussoff. Crítico de arquitectura y periodista
Quizá el futuro sea sombrío pero al menos algunos arquitectos pueden recordar el año con sensación de triunfo. Tras más de una década de demoras en el diseño y la construcción, Zaha Hadid terminó su museo de arte contemporáneo Maxxi en Roma, uno de los proyectos más ambiciosos de la ciudad desde 1960, cuando Pier Luigi Nervi completó su Palazzetto dello Sport.
Las sinuosas formas de hormigón del museo, que parecen extraer energía de las calles circundantes, juegan a las escondidas con el barrio. Emplazado a mitad de cuadra entre hileras de edificios indefinidos, el Maxxi apuesta a la seducción lenta.
Jean Nouvel terminó la Sala de Conciertos de Copenhague, una reluciente caja azul adornada con imágenes fragmentadas de músicos que flotan como en un sueño. La cualidad etérea de su piel, hecha de una tela de alta resistencia, crea un inquietante contraste con la solidez de la sala que parece tallada en un enorme bloque de madera dura.
Y Toyo Ito, un arquitecto cuyo trabajo ha sido injustamente relegado fuera de su Japón natal, recibió un reconocimiento por el nuevo estadio de Kaohsiung, Taiwán, construido para los Juegos Mundiales. Su forma serpenteante, que se despliega sobre un parque urbano hasta ahora olvidado para enmarcar uno de los lados de una vibrante plaza pública, crea una reconfortante sensación de recogimiento al tiempo que ofrece vistas lejanas de la ciudad.
Parece mentira, finalizó la primera década del nuevo siglo. La empezamos cuando se cocinaba la crisis 2001-2002 y la terminamos tratando de salir no muy heridos de otra crisis, la internacional. A pesar del sacudón, el último año trajo para el crítico del The New York Times, Nicolai Ouroussoff algunas obras para recordar: el Museo de Arte Contemporáneo Maxxi, de Zaha Hadid en Roma; la Sala de Conciertos de Jean Nouvel en Copenhague; el nuevo estadio de Kaohsiung, de Toyo Ito en Taiwán; y en Nueva York, la High Line, el edificio académico para la Cooper Union de Morphosis y la Beekman Tower de Frank Gehry, aún en construcción. Según parece para los registros de Ouroussoff, debajo del trópico de Cáncer, no pasó nada.
El gobierno de Andorra finalmente le pagó los honorarios al arquitecto canadiense – americano (970.519 dólares ), pero recién en septiembre decidirá si construye o no su proyecto del Archivo Nacional.
El gobierno de Andorra saldó su deuda con al arquitecto Frank Gehry, a quien le debía 970.519 dólares a cuenta de trabajos previos a la construcción del futuro Archivo Nacional, proyecto de Gehry. Con el pago se mantiene la suspensión temporal del contrato entre el gobierno y el arquitecto, a la espera de que en septiembre el Ministerio de Cultura de esa ciudad decida si mantiene el proyecto u opta por otro, ya que las autoridades locales consideran que el costo de la obra, 30 millones de euros, es desmesurado para los tiempos actuales.
El rascacielos proyectado por Frank Gehry para el triángulo ferroviario de la Sagrera esperará a que pasen los revueltos tiempos de la crisis económica. El edificio, un rascacielos de 145 metros de altura que fue bautizado por el arquitecto autor del Museo Guggenheim de Bilbao como La Novia, por la larga cola que conforman las placas solares que lo recubrirán, no ha llegado a tener la forma de proyecto básico por la dificultad de definir en este momento lo más importante: a qué se destinarán sus 80.000 metros cuadrados y qué operador puede estar interesado. Ni lo uno ni lo otro está claro. La inversión que requiere, en cambio, sí lo está: no menos de 250 millones de euros.
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