
Arquitectura | Proyecto Internacional
Extremadamente sofisticada, la producción de los estudios emergentes combina innovación tecnológica y obsesión por la belleza.
No es fácil trazar un panorama de la actual arquitectura japonesa. Si bien las figuras más destacadas internacionalmente, Kazuyo Sejima + Ryue Nishizawa (SANAA), Shigeru Ban, y los ya clásicos Toyo Ito o Tadao Ando delinearon en Occidente una característica forma del quehacer arquitectónico, en Japón las producciones están mucho más diversificadas; lo que termina por crear un horizonte arquitectónico sumamente complejo. Una gran cantidad de arquitectos jóvenes, establecidos no solamente en Tokio, sino a todo lo largo del territorio japonés, componen una cultura arquitectónica extremadamente sofisticada, donde pesan tanto la innovación como la calidad de la factura constructiva. Más allá de lo fragmentario que pueda resultar cualquier intento de clasificación de la arquitectura japonesa del siglo XXI, ciertamente es posible señalar preocupaciones generalizadas y emergentes constantes para construir una configuración, un posible mapa de orientaciones e intereses.
En primer lugar cabe hablar del sentido de experimentación y de innovación que realizan en su gran parte los arquitectos japoneses. Por supuesto, la experimentación no se limita a un área de desarrollo en particular, sino que incluye tanto a la tecnología como a la formalización, e incluso a la vertebración funcional de los edificios. La investigación sobre los materiales, sobre las relaciones físicas entre el hombre y sus objetos, y sobre las modalidades de hábitat asumen en Japón una fuerte orientación pragmática. La ardua búsqueda encarada por los arquitectos japoneses indefectiblemente lleva a aplicaciones tendientes a perfeccionar los objetos arquitectónicos.
Gran parte de sus hallazgos parecen derivarse directamente de las extraordinarias condiciones de producción japonesas: es sabido que el alto valor del suelo, particularmente en Tokio, y en gran medida en las grandes ciudades japonesas, abre una brecha en las nociones de permanencia y durabilidad de la arquitectura.
La inestabilidad de la arquitectura frente al valor del piso urbano, genera, por una parte, una exacerbación del diseño en términos de optimización del espacio disponible, y por la otra, un vertiginoso achicamiento del tiempo de vida útil programado para el objeto arquitectónico.
Gran parte de la producción arquitectónica japonesa parece estar resuelta en términos de diseño industrial, por lo que no es ocioso hablar de objetos arquitectónicos, más que de edificios.
Claro que la noción de industrialización no deja de lado el problema de la belleza. De la misma manera en que se fabrican notebooks o celulares donde a la carrera por la superación tecnológica se yuxtapone el obsesivo desarrollo de la apariencia, la arquitectura japonesa construye sus productos. Mucha de la nueva arquitectura japonesa es como un celular de última generación: perfecta, hermosa… y efímera.
Junto a la hiperactualización de los modelos, no dejan de aparecer reiteradamente tecnologías tradicionales, particularmente ligadas al uso de la madera como material de construcción. Sin embargo, es muy posible que el uso de las tecnologías tradicionales esté más vinculado a la operatividad constructiva que a la restauración o mantenimiento de los valores históricos.
En este sentido, es interesante como en un edificio de oficinas de nueve plantas proyectado por Kawai Architects, Shijyo Mokusei, la estructura de hormigón armado se complementa con los cerramientos de entablonado de madera espigada, de uso tradicional en la construcción de la vivienda. Shijyo Mokusei resulta un edificio extraño y paradójico, donde la estrategia constructiva permitió hacer un extraordinario ejemplo de experimentación iconográfica y, a la vez, un edificio de una gran sencillez y operatividad constructivas. El uso de la madera en sus formas tradicionales ocupa un lugar importante en la construcción de viviendas experimentales. Kenji Tagashira la utilizó para el proyecto de su casa en Imafuko. En un delgado terreno de 3 metros de ancho y 18 metros de largo, Tagashira proyectó algo así como un módulo mínimo habitable, una increíble –y extrema– caja construida con madera donde se alinean dos patios, un baño de cristal, la cocina y el dormitorio en el entrepiso.
desde Nuevos experimentos japoneses.
Editorial
Berto González Montaner. Editor jefe ARQ
bmontaner@clarin.com
Japón tiene una de las tierras más caras del planeta. En los tan solo 374.744 km2, algo más que la superficie de la Provincia de Buenos Aires, concentra casi 130 millones de habitantes, más de 3 veces la población argentina. Además, el 73% de la isla es montañosa y para colmo está asolada por terremotos y tsunamis. Sin embargo, a pesar del mar de dificultades, es cuna de grandes arquitectos. Algunos, para intentar aclararnos el éxito japonés, usarán la célebre frase de Bill Clinton: «es la economía, idiota». Pero no alcanza de consuelo. Tadao Ando, Toyo Ito, Shigeru Ban y Sejima+Nishizawa (SANAA) han marcado el camino en las últimas décadas. Pero también hoy hay una importante camada de arquitectos jóvenes y estudios emergentes que se han metido a fondo con la innovación tecnológica, la reflexión sobre los nuevos modos de habitar y la exploración formal, sin descuidar ninguna de ellas (páginas 14 a 19). Como dice Norberto Feal, «mucha de la nueva arquitectura japonesa es como un celular de última generación: perfecta, hermosa… efímera.»
Algo de este sabor oriental tiene el dormitorio-estar diseñado por Kucher, Barranco, Quiquisola que desarrollamos, en detalle y con todos sus costos, en el nuevo coleccionable M2 Casa FOA, que a partir de hoy sale semanalmente. No solo por la concepción del espacio, etéreo y multifuncional, sino porque está alineado con la idea de la arquitectura como un todo, que incluye la búsqueda de nuevas soluciones funcionales y tecnológicas.
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