
- Madrid celebra durante noviembre el mes del diseño finlandés
- Nueve exposiciones recorren las artes aplicadas en el país escandinavo
Isabel Espiño
El 1936, el arquitecto finlandés Alvar Aalto ideó un jarrón de cristal con unas formas sinuosas que recordaban a los miles de lagos de su país. Siete décadas después, el ‘jarrón Savoy‘ sigue produciéndose en las fábricas de IIaltta (una conocida firma finesa de vidrio). De Aalto a IIaltta, del diseño de los años 30 a los creadores más recientes, las artes aplicadas finlandesas llegan a Madrid en noviembre gracias al ‘Mes del diseño finlandés’. Nueve exposiciones y un amplio programa de actividades culturales paralelas que permiten aproximarse a las creaciones escandinavas.
El ‘Savoy’, con sus formas orgánicas y simples, resume a la perfección el concepto del ‘Finnish design‘ que comenzó a triunfar en los años 50. «El diseño finlandés está basado en la funcionalidad y, sobre todo, el respeto a la naturaleza», explica Kari Korkman, director de la Helsinki Design Week y comisario de la exposición Helsinki Madrid FinDesign, inaugurada este martes en el Matadero de Madrid.
«En nuestro país tenemos muchos logros tecnológicos, como Nokia, así que el diseño incorpora ideas tecnológicas [la primera silla de oficina fabricada teniendo en cuenta los datos antropométricos fue diseñada por un finlandés, Yrjö Kukkapuro, en 1978] pero es a la vez puro y simple«, añade Korkman, a la vez que señala una lámpara, un bulbo formado por finas tiras luminosas, incluida en la exposición, que exhibe 200 creaciones de nuevos diseñadores fineses.
«El diseño finlandés actual mantiene un gusto por las formas muy sobrias, con economía en la construcción y fáciles de entender», explica el arquitecto madrileño Pedro Feduchi, también comisario de la muestra del Matadero.
desde El diseño que vino del frío | Madrid | elmundo.es.
Matadero expone creaciones del país nórdico hasta el mes de enero
RAFAEL FRAGUAS – Madrid
Finlandia, el país de los lagos y los hielos distante de España 3.500 kilómetros, acudió ayer a Madrid con su emblema más cálido: el diseño. La capital finlandesa, Helsinki, convertida en su metáfora, muestra en el escenario municipal del Matadero algunas de las mejores creaciones de sus ideadores, precursores del desarrollo sostenible. Su embajador fue el primer ministro del país nórdico, Matti Vanhanen, de visita oficial en España, que explicó la entidad que esa actividad ha adquirido en la nación de los lagos, tanta, que le ha conferido proyección mundial. Su secreto lo explicó así: «Armonía entre el respeto al medio ambiente y las tecnologías de la información».
Expresión de tal mixtura ha sido allí la fusión de las facultades de Arte, Tecnología y Economía, según anunció el primer ministro. Una apuesta atrevida para encarar la crisis. Ante ella surgen allí propuestas capaces de humanizar lo que el escritor estadounidense Norman Mailer denominara lifemanship, la organización de la vida cotidiana, cuyos principales ideadores fueron, son y, por lo contemplado en esta muestra, con certeza serán, los diseñadores nórdicos.
Diseño
Potencial local, calidad global
Madrid acoge las soluciones del diseño finlandés para un futuro más racional
ANATXU ZABALBEASCOA – Helsinki
«En Finlandia nos educan para que no llamemos la atención». Habla el arquitecto Juhani Pallasmaa. Su libro Los ojos de la piel (Gustavo Gili, 2006), vaticinó la actual crisis arquitectónica acusando a muchos edificios recientes de un desmesurado interés por el espectáculo. Pallasmaa partía con ventaja. En su país preparan a los ciudadanos para la humildad y la discreción con la firme creencia de que esas cualidades son la antesala de la reflexión. Así, los diseñadores más ambiciosos de Finlandia se acercan al futuro observando el presente. Y conociendo el pasado. Saben que vociferando sólo llamarán la atención un momento. Y no les tientan esos 15 minutos de gloria.
Con ese bagaje, el potencial local y la calidad global se han convertido en el sello finlandés en diseño y en arquitectura. Desde su territorio frío, de apenas cinco millones de habitantes, Finlandia le habla al mundo con la seguridad de un puñado de marcas incuestionables que han conectado con la esfera más internacional de la moda (Marimekko), la tecnología (Nokia), el diseño (Artek) o la decoración (Iitala).
Aunque en los parques de Helsinki lápidas del siglo XIX hincadas en el suelo conviven con pinos y no existe una valla que impida que la mancha de césped invada la acera, Finlandia es un país joven -se independizó de Rusia en 1917- y esmeradamente cuidado. Aquí el concepto de lo funcional está tan digerido -la lamparilla de los portales sirve de alumbrado público e ilumina también el número escrito en ella- como la idea de naturaleza -capaz de hacer convivir abedules, bayas y asfalto sin que nada tenga que perder-. Fue seguramente esa raigambre natural la que hizo que, durante décadas, la modernidad finlandesa estuviese ligada a un arquitecto que cuestionó la propia idea de la modernidad arquitectónica por inhumana. Alvar Aalto llevó hasta el Báltico tradiciones mediterráneas para idear una nueva arquitectura. Si la naturaleza fue la clave en el hacer de ese arquitecto, las generaciones posteriores necesitaron oponerse a una presencia tan destacada, hasta que supieron ver en el viejo maestro no una sombra, sino cimientos. Por eso, hoy, su legado sigue dando frutos. Y no sólo porque sus piezas de Artek continúen en producción 75 años después. La impronta de Aalto puede leerse tanto en las mesas que la arquitecta Kirsi Gullichsen ha ideado para Habitek como en las viviendas que los estudios A-piste y Archeus han levantado en el archipiélago de Inkoo y en un barrio de Espoo. En la Fundación Arquitectura COAM, en Madrid, podrá verse cómo la manera de inclinar la cubierta (evitando el acabado triangular a dos aguas), la idea de arropar con maderas locales el interior y el exterior, la voluntad de elevar las casas con un zócalo de piedra local o la frescura de jugar con las asimetrías hablan de Aalto, pero también de sostenibilidad delatando un entendimiento del suelo finlandés. La idea es proponer sin destruir. Por eso su vanguardia no es guerrera.
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