
Samarra.- Hace seis años, antes de la invasión de Irak, la ciudad de Samarra, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, era uno de los principales focos turísticos del país. Situada 100 kilómetros al norte de Bagdad, en la provincia de Salahadin, la villa recibía al año tres millones de visitantes atraídos por dos monumentos únicos en el mundo: la Mezquita sagrada de Al Askari, que alberga los restos del décimo y el undécimo imam de la doctrina chií, Ali al Naqi y Hasan al Askari, y el Zigurat (minarete helicoidal) de Al Malwiya, el único resto que se conserva de la gran mezquita del Califa al Mutawakkil, en su día el mayor templo islámico del mundo.
Eran tiempos en los que no se distinguía entre chiíes y suníes, de ahí que esta localidad, puramente suní, fuera una referencia para el chiísmo internacional. Hoy en día, Samarra es la sombra de lo que fue. Atravesar la distancia que la separa de Bagdad implica dos horas y media de viaje en los que hay que superar innumerables controles militares, en muchos tramos separados por sólo un kilómetro de distancia. Una vez en la ciudad la presencia del Ejército y la Policía Nacional es masiva, destinada a evitar, en teoría, que Al Qaeda vuelva a hacerse fuerte en este lugar histórico y proteger a los peregrinos chiíes que se atreven a aventurarse en la localidad suní para rezar en la tumba de los dos imames.
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