
No es la Gran Muralla china pero con sus cerca de 120 kilómetros es única, colosal y a diferencia de su hermana mayor, asequible para casi todos. Se puede recorrer a pie, en bici, coche, tren o autobús. Se puede hacer de un tirón y también a trocitos, compaginándola con una estancia en Newcastle.
Javier Mazorra
En el año 112 de nuestra era, el emperador Adriano visitó la provincia de Britannia y como no se fiaba de las belicosas tribus de Caledonia asentadas en lo que hoy conocemos como las Highland, ordenó construir una muralla de piedra en el norte de la isla, protegiendo la zona más civilizada. Más allá, en lo que hoy se corresponde con el norte de Inglaterra y el sur de Escocia, la presencia romana quedó limitada a campamentos y guarniciones militares, construyéndose más tarde un segunda muralla más modesta entre las desembocaduras de los ríos Clyde y Forth, que se conoce como Antonina y de la que aún quedan restos.
Hoy en día, la Muralla de Adriano está flanqueada por dos importantes ciudades: Newcastle-upon-Tyne y Carlisle, capitales respectivamente de Northumberland y Cumbria. Lo más práctico es utilizar la primera como base, ya que tiene el mayor número de hoteles y restaurantes, vuelos directos con España y el recién inaugurado Great North Museum en Hancock, que incluye el mejor museo arqueológico de la zona y la introducción perfecta al patrimonio romano de Inglaterra.
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