
Chimeneas construidas en el siglo XIX sobreviven dispersas por numerosos enclaves de Madrid sin una protección urbanística específica.
RAFAEL FRAGUAS – Madrid
El dolorido paisaje urbano de Madrid conserva, todavía, un disperso bosque de hitos cuyo porte orgulloso recuerda que la ciudad fue también, además de Villa y Corte, capital industrial durante más de un siglo. Pero su presencia se desvanece por la presión inmobiliaria y, salvo excepciones, por desidia oficial. Se trata de husos troncocónicos tubulares de entre 20 y 60 metros de altura, en ladrillo cocido anaranjado, de base circular y fuste de diámetro menguante.
En los rebordes de sus remates cabe observar aún restos tiznados que recuerdan su hoy amortizada función. Son las chimeneas industriales que comenzaron a proliferar por Madrid en torno a 1840, cuando se inició la generalización del empleo de vapor como tecnología prioritaria adosada al uso del carbón, señaladamente para la fabricación, aquí, de cerámicas, porcelanas y textiles.
«Su dispersión por el mapa de la ciudad obedeció a la autonomía que otorgaba a los procesos industriales su emancipación de la energía hidráulica, que anteriormente había aproximado las fábricas a los cursos de agua», explica Mercedes López. Desde la cátedra de Ordenación Territorial, Urbana y Medioambiental de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, inventaría para la Comunidad de Madrid el patrimonio arqueológico industrial de la región.
Las grandes chimeneas fueron construidas por maestros de obras con un oficio impecable, envidiable aún por la resistencia que han mostrado frente a la erosión del tiempo, la lluvia y los elementos. Hasta mediado el siglo XX, lanzaron a la atmósfera madrileña gases de combustiones industriales. Mediante algo similar al llamado en Física efecto Venturi, los gases comprimidos por la reducción del diámetro de las chimeneas ascienden hasta una capa de aire caliente que sube con el decurso del día desde el suelo hacia la atmósfera. Cuando rebasa determinada altura, la capa se estabiliza y los gases que acceden desde debajo de aquélla no pueden traspasar esa capa, llamada de inversión térmica, y los gases de la combustión en forma de vapores se expanden.
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