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Jan 1 1840
circa 1840: The four colossal statues of Ramses II at the entrance to the larger of the two temples at Abu Simbel. (Photo by Hulton Archive/Getty Images)
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Isabel García
La visita al templo de Ramsés II es el principal motivo por el que miles de turistas llegan cada día a este recóndito paraje egipcio, a tan sólo 50 kilómetros de Sudán. Aquí, en Abu Simbel, en pleno desierto, quiso el fornido faraón (al menos, así se hacía pintar él en los jeroglíficos…) dejar bien clara su victoria sobre los nubios, llegando adonde no lo había hecho nadie. De hecho, dicen los libros de Historia (y sobre todo los multilingües guías que acaparan el lugar) que sólo vino a estas tierras del sur para la inauguración. Por eso, ni siquiera se enteró de que, pronto, una de las efigies quedaría decapitada por los siglos de los siglos.
Sea como sea, es uno de los imprescindibles de Egipto, casi a la par que las pirámides o los cruceros por el Nilo, lo que hace que, cada día, viajeros de toda condición recorran en autobús los 280 kilómetros que separan Asuán, centro neurálgico de su periplo por tierras egipcias, de Abu Simbel. Esta cifra habría que multiplicarla por dos, ya que lo normal es que los viajeros, una vez visto el monumento, se encaminen de nuevo hacia Asuán. Toda una hazaña sólo apta para espíritus que no teman los madrugones, el dolor de espalda, las carreteras egipcias y, casi peor, los conductores locales.
Pero hay otra forma de disfrutar de la visita, y ésta es haciendo parada y posta en uno de los dos hoteles del pueblo de Abu Simbel, a un par de kilómetros del yacimiento histórico. El de mayor categoría es el Seti, de cuatro estrellas y marcado carácter nubio, una civilización nacida en tiempos prehistóricos, de carácter agrario y comercial, que floreció bajo la dominación faraónica y se extiende hasta Sudán.
desde Hoteles | ocholeguas.com | Un oasis nubio para el faraón.
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